26/12/11

Navidades en la puerta de la Calle.Cronica de DOS desahucios.

Me ha parecido realmente estremecedor este articulo y por eso lo transcribo en mi Blog. Podria poner nombres de personas que conozco con similares circunstancias, pero para que.
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Navidad en la puerta de la calle.
“Dos familias afrontan las fiestas con un futuro marcado por la amenaza de un desahucio. La crisis y los problemas para pagar sus hipotecas les han colocado en una situación límite”.
A Mari Carmen Vázquez le ocurre que cuanto más paga más debe.

A Sandra Córdova le sucede algo parecido: cada vez debe más aunque en su caso es porque paga menos.

Las dos están a punto de perder su piso y este año saben que estas fechas son navideñas porque en la calle hay luces y así lo pone en el calendario.

Mari Carmen cenará hoy pollo y patatas fritas con su marido y sus dos hijos. De postre tomará turrón, pero no comprado sino regalado. «Mi jefa en Eroski Gros me ha dado una cesta para que me ayude a pasar estas fiestas.

Lo digo porque quiero agradecérselo».

Sandra no ve ningún motivo para celebrar nada, y si lo hubiera no tendría con qué hacerlo. «No tengo ni pensada la cena; filete o escalope con patatas fritas o lo que haya».

Ambas mujeres, junto a una vecina de Herrera que por ahora permanece en el anonimato, son las protagonistas de los tres casos que están en manos de Stop Desahucios Gipuzkoa.

Este colectivo nació el pasado verano para respaldar y asesorar a las personas que corren riesgo de que su piso acabe en manos de entidades financieras por impago de hipotecas.

Su objetivo final es el de «detener los desahucios» aunque para ello tengan que impedir físicamente los desalojos.

Los guipuzcoanos que se encuentran en esta situación son más de tres. En el primer semestre de este año se registraron en nuestro territorio 218 órdenes de desalojo, una cantidad que, según Mikel Sánchez, representante de Stop Desahucios, «irá a más con la crisis económica».

Por este motivo, confiesa su sorpresa por el hecho de que hasta el colectivo hayan acudido hasta el momento «solo tres casos».

A su juicio, este escaso número se debe en parte a la vergüenza de los afectados, que «ocultan su situación hasta el punto de que muchas veces ni sus vecinos saben que están a punto de quedarse sin casa».

Para que se rompa el silencio,

Mikel ofrece el teléfono 669 42 85 98, y el correo electrónico 'stopdesahucios@plazan.net' a cualquier afectado que quiera ponerse en contacto con el colectivo.

Mari Carmen Vázquez, de 40 años, casada y con dos hijos, vive en un piso de alquiler en el barrio de Beraun, en Errenteria, justo encima de la vivienda que fue suya hasta que tuvo que venderla para hacer frente a sus deudas.

Su relato es la historia de un tortuoso camino repleto de tasaciones, valoraciones, préstamos, intereses, abogados y costas judiciales que está a punto de acabar con sus padres en la calle.

En 1999 Mari Carmen era propietaria de un piso, con la salvedad de que aún le quedaba por pagar la hipoteca de 200.000 euros que había contraído para comprarlo.

Poco a poco, con su sueldo en una empresa de limpieza y el de su marido como barrendero, iba haciendo frente a las mensualidades, hasta que su mundo comenzó a torcerse cuando su hermano realizó un mal negocio y contrajo deudas.

De mal en peor.

«Para prestarle dinero, mis padres decidieron rehipotecar su casa, que ya tenían pagada desde hacía años, por un valor de 172.000 euros».

El hijo se comprometió a hacerse cargo de la hipoteca, pero no cumplió lo acordado y sus progenitores se vieron convertidos de repente en deudores y, lo que aún es peor, sin dinero para pagar.

En este momento llegó al rescate la entidad financiera. «Me ofrecieron hacerme cargo de la hipoteca de mis padres».

Así lo hizo Mari Carmen, cuyas deudas casi se duplicaron automáticamente sin que su hermano diera señales de vida. En 2006 quedó claro que el matrimonio no podía seguir pagando.

Y en ese otro momento llegó de nuevo al rescate la entidad financiera. «Me propusieron unificar las dos hipotecas y para ello tenían que tasar mi casa, la de mis padres y un piso que teníamos en Extremadura», explica la mujer, que asegura que también le dijeron que «los intereses que teníamos que pagar bajarían al 2%».

Y así volvió a hacerlo Mari Carmen, que vio en ese momento un atisbo de esperanza en su futuro.
Pero lo bueno duró poco porque cuando el papeleo ya estaba hecho, en su sucursal le dieron una noticia muy diferente a la esperada.

Los intereses no eran del 2%, sino del 17%, lo que suponía pagar 1.700 euros al mes, una cantidad similar a lo que ganan ella y su marido juntos. Aún así, con la venta de un garaje y la ayuda de sus amigos, el matrimonio pudo hacer frente a las deudas hasta que les fue imposible hacerlo.

Cuando la vida va mal tiene cierta tendencia a ir peor, que es lo que le ha sucedido a Mari Carmen. Este año ha vendido su piso por 180.000 euros solo para encontrarse con que, tras pagar lo que debía por esa casa, adeuda a la entidad financiera otros 90.000 euros en concepto de intereses y gastos de abogados, además de 2.700 por levantamiento de hipoteca.
Para alivio de los acreedores, ahí está la vivienda de Extremadura, que va a pasar a ser suya aunque no bastará para anular la deuda.

Queda la casa donde aún viven los padres, aunque no se sabe si por mucho tiempo. «El piso ha salido a subasta por 132.000 euros a pesar de que yo dije en la sucursal que había una persona que me lo compraba por 150.000.

Al final se lo han quedado ellos porque nadie pujó», afirma Mari Carmen.

El siguiente paso debería ser el desalojo, pero el proceso está paralizado porque Stop Desahucios ha solicitado justicia gratuita para la mujer, ya que «no puede pagarse un abogado».

El colectivo ha tratado de negociar con la entidad financiera, a la que ha hecho una propuesta formal de dación en pago de la casa y que se permita a los padres de Mari Carmen vivir en ella de alquiler pagando una renta de 400 euros. «Hasta el momento no hemos recibido ninguna respuesta», afirma Mikel Sánchez, que recuerda que «ya hay dos sentencias, en Navarra y Girona, donde se admite la dación».

Si todo falla, «como colectivo intentaremos impedir el desalojo», advierte.

A lo largo de todos estos años Mari Carmen ha acudido en incontables ocasiones a su entidad financiera, donde ha recibido numerosos consejos para arreglar sus dificultades.

«Me dijeron que si les dejaba las llaves de los pisos se acababa el problema, también me insinuaron que mis hijos podrían pagar en el futuro y me recordaron que mi suegra tenía una vivienda y la podía hipotecar».

Por lo menos, el director de una sucursal se mostró algo más sensible. «Me dijo que yo iba a ser el motivo de su depresión».

Con el tiempo las cosas han cambiado. «Ahora ni me reciben, me dicen que no quieren ni hablar del caso», indica Mari Carmen, que recuerda que cada vez que salía de la sucursal lo hacía «llorando y con un sentimiento de humillación». Ella repite que no se niega a saldar sus deudas e insiste en que su mayor aspiración es no quedar «hipotecada de por vida». «Quiero que me dejen empezar de cero, yo ya he pagado», asegura.

Unos atrasos.

También pagaba Sandra Córdova hasta que su entidad financiera le dijo que el dinero que había abonado durante siete años no servía para nada porque se había retrasado en el pago de las mensualidades durante dos años.

Sandra, de 45 años, es chilena y vive desde hace 21 años en Euskadi con sus tres hijos. En 2002 compró junto a su pareja un piso en el centro de Mutriku. «Nos costó 199.800 euros pero estaba en ruinas y tuvimos que echarlo abajo para reformarlo por completo.

Para hacer frente a los gastos pedimos al banco un crédito de 199.000 euros», afirma.

Durante varios años todo funcionó a la perfección. Comenzaron pagando al mes 1.086 euros por los intereses y poco a poco lograron reducir esta cantidad hasta los 800 euros.

Pero llegó la crisis y en 2009 dejaron de abonar la cuota completa. Sandra, que trabaja en una empresa de piezas de coche, gana al mes poco más de 700 euros.

Su pareja, que ya no vive con ella y desempeña trabajos temporales, hace lo que puede para ayudar a reducir la hipoteca. Pero no es suficiente. «Hemos ido pagando lo que podíamos y con retrasos porque no tenemos dinero».

El resultado es que ahora debe más de lo que pidió en su día. En octubre la entidad financiera le envió un burofax en el que le informaba amablemente de que le cancelaba el contrato y le reclamaba la deuda completa, así como algunos otros detalles más.

Entre unas cosas y otras, señala, ahora debe unos 229.000 euros. «Me han dicho que si no quiero perder el piso tengo que dar ahora 30.000 euros de atrasos y costas, y luego devolver los 199.000 del crédito, porque lo que he pagado hasta ahora no sirve para nada. Cada vez debo más dinero», se lamenta Sandra.

Ella intenta negociar, aunque con poco éxito. Ahora que cuenta con la ayuda de los servicios sociales, ha propuesto a la entidad financiera empezar a pagar de nuevo la cuota más una cantidad para ir cancelando los atrasos.

Pero la respuesta que ha recibido no es demasiado satisfactoria. «Ellos se han negado y me han dicho que no ingrese más dinero porque ya se ha abierto el procedimiento de desahucio».

Así es como afronta Sandra estas Navidades. Hace años que no hay regalos en su familia y ni si quiera sabe dónde dormirá dentro de doce meses. «No tengo salida, no me dan soluciones. Si nos quitan el piso no tenemos dónde ir, vamos a acabar en la calle».
Esta Nochebuena los padres de Mari Carmen cenarán solos. «No han querido venir con nosotros porque prefieren quedarse en su casa, no tienen humor para celebrar nada».

Mañana no habrá regalos. «Mis hijos me han dicho que no quieren nada -afirma Mari Carmen-. Solo esperan que se solucione todo».

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